Pere Cervantes ha apostado por una novela distinta que nos trae de vuelta una España de antaño de tiempos difíciles. El chico de las bobinas habla un poco de la era el Fransquimo y el escape que representaba el cine ante la dictadura.
Es el año 1945 en la ciudad de Barcelona y es el día del cumpleaños número 13 de Nil Roig. Había planeado el que iba a ser su día perfecto desde hace mucho tiempo y así había comenzado.
Nil transportaba los fines de semana bobinas de películas en bicicleta de un cine a otro. Era su forma de poder ayudar en casa, ya que solo eran él y su mamá.
Ese mismo día en la puerta de su casa es testigo de un crimen. Un desconocido es asesinado, y el autor del hecho de percata de la presencia de Nil. Se va huyendo de la escena no si antes amenazarlo de muerte si le cuenta a alguien lo que vio.
El hombre casi muerto le entrega un cromo de un actor de cine del momento. A primera vista parece inofensivo, pero es un objeto codiciado por un excomandante de la Gestapo inescrupuloso.
Al entregarle el cromo, le dice el nombre de su padre, quien está desaparecido desde hace muchos años y del cual su mamá no le da razón. Nil piensa que este cromo es la clave para hallar a su padre y comienza la búsqueda de respuestas para descifrar el misterio que se cierne a su alrededor.
Ahora debe pagar un alto precio por la búsqueda de la verdad en un mundo hostil. Una novela que también cuenta la lucha de las mujeres de aquella época que asumieron las consecuencias de la devastación de una guerra.
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