En esta misión, la pintura de Amada La muerte del comendador (Libro 2) de Haruki Murakami demuestra ser la clave no solo del pasado oculto del viejo pintor en Viena 1938, sino también para encontrar a la niña y profundizar la comprensión del narrador sobre la naturaleza del arte.
En esta segunda parte de La muerte del comendador, queda claro que Murakami pretendía que su libro fuera una meditación sobre el arte: configuramos nuestra realidad por la forma en que conectamos los puntos y podemos crear la realidad creyendo en nuestras ideas.
Murakami señala este punto con su típica marca de realismo mágico, y siempre deja espacio para la interpretación de lo que realmente está sucediendo: el lector tiene el espacio para seguir sus propias ideas dentro del texto.
Al igual que la pintura tiene un significado diferente dependiendo de quién la está mirando, la idea (como un personaje en el libro) también toma diferentes formas, y en este volumen recibe ayuda de una metáfora (sí, también como un personaje en el libro).
Este libro es claramente uno de esos libros que merecen varias lecturas, porque hay tanto espacio abierto que el lector puede contemplar. Esa es una de las cualidades que amo de Murakami, simplemente no se explica en sus textos y confianzas. Sus lectores le acompañan.
En consecuencia, fue bastante divertido leer las reseñas sobre el libro: la mayoría de ellos intentan describir la historia (que es un límite imposible), pero rara vez intentan precisar el núcleo del texto, lo que no significa que Este núcleo no existe, al contrario. Solo necesitas encontrar tu propio núcleo.
Booktrailer de La muerte del comendador (Libro 2)
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