Adolfo Bioy Casares crea sustantivos universos narrativos ricos que recrean realidades que basa en esta pero que nos hace alucinar y vivir con fervor aventuras sin comparación Diario de la Guerra del cerdo,fue su cuarto libro.
El tiempo es un eterno constante en sus divagaciones literarias sin embargo está vez va más allá relatandonos una lucha entre generaciones por el poder , como un exterminio pesado y violento, las causas del comienzo de esta historia que se desarrolla en buenos aires es desconocido o mas aun inexacto,
Borges no ahorró elogios a la obra de Casares, de quien era gran amigo, habiendo incluso escrito algunas obras en conjunto con éste (las cuales están atribuidas al pseudónimo de H. Bustos Domecq) e incluso haciéndolo como personaje de uno de sus cuentos (» «Tlön Uqbar Orbis Tertius»). Después de leer «Diario de Guerra del Cerdo» me parece que de hecho la apreciación de Borges del trabajo de su amigo no fue de todo turbada por la gran amistad existente entre los dos.
«Diario de Guerra del Cerdo» es, en cierto modo, una distopía, pero los acontecimientos narrados se pasan en una sociedad de tal modo semejante a la nuestra y son tan poco exagerados que se vuelve aterrorizadamente creíble. La obra relata el gradual surgimiento y expansión de un movimiento juvenil que parece pasar a considerar a cualquier ser humano con más de cincuenta años no sólo como inútil, sino también despreciable y asqueroso y que los persigue durante la noche, golpeándolos, humillándolos y hasta asesinarlos. Este movimiento juvenil, que va aumentando en colaboradores y acciones se vuelve gradualmente más aterrador y peligroso, llevando a que padres y abuelos venir incluso a temer a sus hijos y nietos – a veces justificadamente.
El concepto de la novela es bastante negro y extremo; sin embargo Casares logra atribuirle cierta ligereza y hasta humor, evitando conscientemente relatar situaciones demasiado gráficas o horripilantes.El gradual crecimiento de este movimiento juvenil y sus consecuencias nos son dados a través de Isidoro Vidal, un senior que vive con una misera pensión, acompañado de un hijo de quien se ha ido distanciando. Vidal pasa los días con su grupo de amigos, todos estos mayores, a quienes llama a los «chicos». Un individuo poco informado sobre los acontecimientos del día a día, este va percibiendo, por los relatos de vecinos y amigos, que se movilizan una serie de ataques a los ancianos de la vecindad, percibiendo eventualmente que se trata de un problema a escala nacional, aumentando cada día el riesgo de él mismo o uno de sus amigos venir a ser víctima de uno de estos ignóbicos ataques.
La novela, aunque escrita con cierta ligereza, es francamente espeluznante. El irracional odio que se propaga entre algunos grupos de jóvenes contra los ancianos recuerda el espeluznante aumento de militantes de partidos de extrema derecha a los que hemos asistido en Europa en los últimos años y, sobre todo, algunos de los principios fascistas-tal asociación de ideas que lleva a que la novela, que al principio pueda parecer improbable, se vuelva asustadizamente creíble. Mientras haya odio irracional en el corazón de los hombres tales acontecimientos no son tan improbables como puedan al principio parecer. Sin embargo, la novela termina con una nota de esperanza y creencia en la eventual victoria de los mejores impulsos del ser humano, algo importante teniendo en cuenta el negro tema de la obra.
Booktrailer del libro Diario de la Guerra del cerdo de Adolfo Bioy Casares
Acerca del Autor Adolfo Bioy Casares
Adolfo Bioy Casares nacido el 15 de septiembre de 1914 en Buenos Aires, siendo el único hijo de Adolfo Bioy Domecq y Marta Ignacia Casares Lynch, en el barrio de Recoleta, de clase alta y de buena educación donde residió la mayor parte de su vida.
Debido a su condición social casi toda su vida la dedicó a la escritura y la literatura y logró con gran facilidad , apartarse del medio literario de su época. Escribió su primer relato, Iris y Margarita, a los once años.
Tuvo una gran decepción con el medio Universitario al no poder concluir su carrera de filosofía, por lo que se aisló en una propiedad de la familia donde no recibia visitas pero se dedicaba casi exclusivamente a la lectura, entregando horas y horas del día a la literatura universal. Por esas épocas, entre los veinte y los treinta años, ya manejaba con fluidez el inglés, el francés (que hablaba desde los cuatro años), el alemán y, naturalmente, el español.