No digas que fue un sueño

» Terenci Moix

Ficha Técnica:

ISBN: 9788408182665
Fecha: 2018
Editorial: PLANETA
Páginas: 416
Libro: PDF ePub
Encuadernación: Tapa dura
 

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Resumen del Libro

No digas que fue un sueño. Es un libro especial, que Terenci Moix escribió después de unos años de inactividad literaria y de crisis personal y sentimental.

Sus libros sobre la tierra de los faraones permanecen, y siguen completamente vigentes. Y él vive en ellos, como vive en los corazones de sus amigos. Las novelas No digas que fue un sueño (de la que se acaba de editar una bonita nueva edición conmemorativa del 15 aniversario de la muerte), El sueño de Alejandría, La herida de la esfinge, El amargo don de la belleza y el arpista ciego, y el ensayo (memoria y libro de viajes) Terenci del Nilo, que sigue siendo una guía recomana belíssima para ir, componen un sensacional apartado en la obra del escritor, un verdadero canon aparte, en que vertió todo su conocimiento y su pasión por Egipto. “Allí no me siento nunca un extraño”, decía. “Mi relación con el país no acabará nunca. Los amantes se van, pero siempre queda Egipto “.

La influencia de Terenci Moix en la propagación del interés por Egipto adoptó muchas formas. Había el proselitismo directo, el que efectuaba de persona a persona. Era imposible, cuando se ponía en modo apostólico-faraónico, no salir luego corriendo a releer Sinuhé el egipcio o volver a ver Tierra de Faraones, fijándote muy Joan Collins. Incitaba a lanzarse de cabeza en Egipto también por televisión. Y había sus libros, donde tantos han adoptado su mandamiento principal: “Amarás Egipto sobre todas las cosas”.

Es cierto que el Egipto de Terenci era muy particular, teñido de sus obsesiones y fijaciones y de un “romanticismo bastardo” que le proporcionaba un aura especial inconfundible, a la vez sublime y familiar. Él llegó a Egipto, en Egipto imaginado, de niño. Decía que a los siete años ya dibujaba el sarcófago de Tutankamón a los cuadernos de su colegio de “curas cabrones”, a los que luego no le costó identificar con cierto clero de Amón. Su interés acrecentó después canónicamente, vía Ceram, Sinuhé, etcétera, pero siempre quedó residualmente aquel Egipto suyo que “me sirvió para sobrevivir al cansancio barcelonés, a la falta de imaginación de mis conciudadanos, de la falta de libertades del franquismo “. Vamos, que Terenci se construyó su Egipto como un país de Maimo que compensara las carencias de su vida cotidiana y le permitiera proyectar en un cinemascope de palacios, templos y amantes regios sus anhelos y sus miedos (al mismo tiempo, gran destructor).

Y la mención al cine no es baladí: también afirmaba que su primer encuentro con Egipto había sido el cine Ponent viendo César y Cleopatra, con Vivien Leigh y Claude Rains, y descubriendo la Alejandría de Hollywood y los colores de un mundo que iluminaron una infancia y una adolescencia grises.

El Egipto que aparece en sus novelas es así un Egipto soñado (sin embargo que “no digas que fue un sueño”), pero la inteligencia y el ansia de saber de Terenci el revistieron con un conocimiento extraordinario, preciso, científico, digno del egiptólogo más preclaro. “No era mi un amor ciego”, bromeaba, “algo sabía y ansiaba saber mucho más, saberlo todo porque mi amor no resultase gratuito, para que no fuera nunca un amor turístico”. Terenci lo leía todo (qué biblioteca que tenía, envidiada incluso por la Sociedad Catalana de Egiptología), estaba al corriente de los últimos descubrimientos y teorías (si hablamos de la tumba KV 55 y sus misterios !, lo que le habría encantado seguir la polémica sobre las supuestas extensiones secretas de la tumba de Tutankamon!), y además conocía los lugares sobre el terreno con detalle. Había viajado por Egipto como han hecho pocos, y hasta había tenido una aventura amorosa en la vieja Amarna, la capital de Akenatón y Nefertiti (no con ellos, que sepamos, aunque por supuesto habría sido un ménage à trois notable).

Esta, la de viajar (comenzó en 1968), fue otra de las maneras con las que Terenci inoculó (él haría broma con la palabra) el vicio de Egipto a mucha gente. De hecho hay todo un género de fotos que son las de Terenci en Egipto con acompañantes como su hermana Ana María, Enric Majó, Josep Maria Benet, Colita, Nuria Espert, Antonio Gala o Rosa Maria Sardà. Cada uno de ellos se convertía a su vez, insuflados del amor de Moix por Egipto, en apóstoles de las maravillas del país. Yo no viajé nunca en Egipto con él si se descuenta haberlo hecho acompañando sus cenizas.

Terenci amaba especialmente Tebas (Luxor), “el más grande” -y su sanctasanctórum, Valle de los Reyes “donde la imaginación se encuentra sin defensas”. Sus páginas a Terenci del Nilo sobre el sitio son apasionadas y apasionantes. Allí, en Medinet Habu se hizo una de las fotos que más lo identifican egiptològicament hablando, sentado en el polvo con la espalda apoyada en un relieve, tomando notas, feliz y lleno. Amaba casi físicamente Tutankamon (de hecho, bromeaba diciendo que había escrito El arpista ciego por poseer el rey adolescente de quien describió

Booktrailer del libro No digas que fue un sueño de Terenci Moix

Acerca del Autor  Terenci Moix

Terenci Moix (nombre real Ramón Moix) (Barcelona, 5 de enero de 1942 – Barcelona, 2 de abril de 2003) fue un escritor catalán español que escribió en español y en catalán.

Tenía una educación autodidacta y anarquista. Su primer trabajo fue publicado en 1968. La torre de los vicios capitales. Sus obras criticaron los valores de su tiempo, especialmente durante el período de Francisco Franco. Escribió en varios periódicos: Tele-Exprés, Tele-Estel, El Correo Catalán, Destino, Nuevos Fotogramas, Serra d’Or y El País. Fue declarado homosexual y participó en muchas reuniones de televisión. Murió de enfisema pulmonar debido a su adicción al tabaco.

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